martes, 31 de enero de 2017

EL BELLAS ARTES DE BILBAO Y LA DEMOCRACIA CULTURAL

El Bellas Artes de Bilbao y la democracia cultural

Diario Vasco, 28 de Enero 2017 

Miguel Zugaza deja el Museo del Prado, que dirige desde 2002, o si prefiere, regresa a la dirección del Bellas Artes de Bilbao, aunque el primer postulado no implique lógicamente el segundo. En este caso sí. Y además sin que medie concurso, candidaturas abiertas, ni nada por el estilo. Que vaya por delante que no cuestionamos la valía del candidato sino todo lo contrario. 

Basta con coger los periódicos de cualquier país, de esos países por los que morimos de ganas de parecernos a ellos, y constatar que se abren campañas de selección de envergadura para sus grandes equipamientos culturales. Incluso puede convertirse en un auténtico acontecimiento cultural por el debate público que entraña. La democracia cultural también es, nombrar desde la concurrencia, al más idóneo. Y desde la transparencia hacerlo a la vista de todos eso es democracia. Un país que acaba de salir de la capitalidad europea de la cultura (Donostia 2016) debería haberle servido, para no hacer nunca más las cosas de semejante manera. No hemos aprendido de que la intervención del Estado aunque poco a poco va reduciéndose en el terreno de la cultura a preservar ciertos bienes del acervo colectivo que resultarían destruidos o deteriorados si se abandonasen a la mera lógica del mercado, una política cultural tiene que ser hoy más ambiciosa, y se tiene que elegir a quienes gestionan sus equipamientos con más decoro.

Lo verdaderamente sugerente del modelo de elección publica de los responsables de los grandes equipamientos culturales, con varias candidaturas en concurrencia abierta es, que los candidatos ofrecen proyectos, tienen ideas que mostrar, provocan el intercambio de lo que quieren hacer al mando de esas instituciones públicas. Que venga alguien nombrado a dedo, para decirnos que seguirá la senda de lo que hacía su predecesor, y que además eso ya lo hacia el mismo antes en su etapa anterior en el mismo ente ¿Para qué nombrar a un director en esas condiciones? Para eso, un funcionario aguerrido nos podría bastar.

En los países con pedigrí de cultura democrática, se sabe que a los directores no se les debe nombrar nunca por afinidad política o de conveniencia, y aún menos por simpatías personales como se llega a hacer a veces. Los nombramientos deben culminar un concurso público en toda regla, abierto a los profesionales, donde los candidatos presentan un proyecto bien articulado. Estos nuevos museos no necesitan tener al frente a probos funcionarios de comportamientos previsibles sino a espíritus sensibles y audaces, capaces de detectar con agudeza las tendencias y de distinguir en la vorágine de la creación contemporánea qué es lo más relevante. Pero es imposible en un universo tan dinámico no saturarse, no perder motivación, no carecer de la energía suficiente lo que en muchos lugares tiene como corolario que los responsables de estas instituciones no se eternizan en sus cargos. Jubilarse en un puesto de estas características, en países punteros en la materia, seria sobre todo muy mal visto por qué no diría nada bueno sobre la salud de la institución.

Hoy ante la profundidad de las mutaciones que se avecinan, numerosos profesionales desorientados y deprimidos se enteran por los pasillos que en sus mismas instalaciones tal o cual exposición vendrán la temporada siguiente, mientras observan atónitos como la clase política opera ante la cuestión de los nombramientos, cuando resulta que con esas prácticas el segundo escalafón de altos funcionarios queda roto y desmovilizado sin perspectivas posibles puestas en los puestos de dirección a los que no podrían postular sobre la base del mérito y la valía. Detallados estudios sociológicos han analizado, la ideología autoritaria sobre la que se sustenta la inducción de las prácticas culturales de masas y llegan a la conclusión que son de naturaleza ideológica, que combinan por un lado rasgos de carácter tecnocrático con disposiciones adictivas generadas por la anterior la vida asociativa practicada por sus miembros (o actividad con carga de resultado ideológico). El resultado es la imposición de una ideología de dominación en suma, que “absolutiza” la mediación y los aparatos para llevarlas a cabo por la necesidad imperiosa que tienen en creer en la solución final perseguida, lo que les lleva a descartar los conocimientos y las preguntas que les distraigan de ese día a día fervorosa y compulsivamente programado.

Otro día expondremos porque Le Louvre, es el modelo a seguir, y que no es verdad que allí solo cuenta poner millones de visitantes hipnotizados ante la Gioconda.
Por superstición, quizás, y premonición ante el predicamento de los nuevos brujos del pensamiento culturalmente correcto, hemos cogido como practica cada vez que un atropello a la cultura va a cometerse desde la administración, rescatar a Camus, nuevamente en su Salir del impasse mediante la creación: “….conservando la hermosura, estamos preparando ese día de renacimiento donde la civilización pondrá en el centro de la reflexión, esa virtud viva sobre la que se sustenta la dignidad del mundo y de lo humano y que ahora nos corresponde definir ante un mundo que la insulta.”. Llegará un día en que artistas, el público y la administración no les quede más remedio que entenderse dialogando para inventar nuevas formas de democracia que den sentido al futuro de la cultura. 
Con la belleza y fraternidad como horizonte. Siempre.

José Luis Gómez Llanos, sociólogo.